viernes, 8 de julio de 2011

De voces femeninas y noche impaciente



Por Rosa Encinas
       (estudiante de periodismo)

La noche llegaba impaciente, en apenas unas horas la Biblioteca Gener y del Monte de la ciudad de ríos y puentes, sería la cuna donde germinaría la estela de una melodía
apacible, con la serenidad de un canto tejido por dos ensambles vocales: el Coro Femenino de San Francisco dirigido por la Maestra Susan McMane y el Coro de Cámara de Matanzas bajo la batuta del doctor José Antonio Méndez.
  A unos pocos metros de las Alturas de Simpson, la Gener y del Monte descubría desde su esbeltez acústica el eco de las voces de esperanza y  paz, como el crucero que navega
cielo y tierra entre la historia de tradiciones diferentes, esta vez unidas para siempre
por primera ocasión en Cuba, en tres únicas presentaciones.
  Desde la amplia sala vestida por el indicio de libros y el hallazgo de un pasado de
arte y cultura, la música coral de niñas y jóvenes hasta 18 años de edad se esparcía
entre el escote de los centenarios puentes, la milenaria silueta de la bahía, el verde
retrato del Valle Yumurí y las arcaicas construcciones que cimientan el suelo de la
llamada Atenas de Cuba.
  Mi Venecia Tropical tenía el privilegio de unificar sonidos amparados por el piano y
los ritmos nacidos de palmadas y silbidos. Entre el público que aplaudía conmovido por la belleza profesional y artística, se encontraba una persona que burlaba su cansancio
después de un extenuante trabajo, para sonreír y con ojos humedecidos entre el llanto y
la pasión recitarme: ¡Mi hija, la música es vida!
  Con la afonía de la noche, el Coro de Matanzas evocaba a Pablo Milanés para adentrarse sonriendo "De qué callada manera", y luego, una mezcla de cumbacheo y Songoro Cosongo.
Junto al Coro de Niñas de California interpretaron piezas sagradas, canciones líricas de
Cuba y de los Estados Unidos, y una serie recientemente compuesta por la cubana americana Tania León, para San Francisco Girls Chours, basada en la poesía de Carlos Pintado.
El Coro Femenino hizo de su repertorio una amplia gama de interpretaciones como The
Womanl y Songo God (La canción femenina de Dios) que honra a las mujeres en general y especialmente a las cantadoras; y las tradicionales canciones espirituales de Estados
Unidos: Oiga, escucho las arpas eternas, En la dulce vida eterna y Aguántate bien.
Entre las piezas del programa del concierto esperaba ansiosa la canción popular de Duerme Negrito e imaginaba la nana despierta de mis cuentos robados de la infancia, arrullando al negrito travieso que entre letras y suspiro cerraba los diminutos ojitos.
El calor propio de la etapa estival de mi Cuba, no impedía el vuelo de las almas y el
intercambio entre generaciones y culturas. Las jóvenes coristas emocionadas por las
ovaciones respondían con una sonrisa franca y en un canto armonioso deseaban la paz de este mundo y la unión de los seres.
Cuando las voces soprano cedieron al silencio, mi oportunidad de descubrirme como futura periodista estaba en mis manos. Junto a nuestra profesora y periodista Bárbara Vasallo logramos comunicarnos con la Maestra Susan McMane, quien con un rictus de alegría expresaba sus deseos de regresar a la tierra semejante a San Francisco por su bahía y sus puentes: mi Matanzas, sagrada por su esencia y la bondad de su arte.

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