Aquel día en el hospital |
Hace poco más de un
mes me encontré con su madre, siempre Leyttis Fiallo Alemán era motivo de la
conversación. Me interesé por su estado de salud y según Niurys, era todo lo
estable que podía estar con una traqueotomía permanente por más de 15 años…
Hoy, esta tarde para
ser más exacta, la noticia me estremeció y lloré por aquella muchachita que se
despidió de este mundo, sin llegar más allá de unos cortos 19 años, inmensos
deseos de vivir y una lucha constante contra su dolencia y los obstáculos
impuestos por absurdas políticas.
Leyttis ya no
desandará más las empinadas calles de mi ciudad ultramarina, a donde vino a
vivir después de ser la paciente más antigua de un servicio de cuidados
intensivos en un hospital pediátrico. De su natal Güira de Macurijes, casi al sur de Cuba, fue necesario ubicarla
en una vivienda cerca de los servicios hospitalarios y cada noche, para dormir,
hacerlo conectada a un ventilador mecánico.
Niurys siempre
agradeció a los médicos, enfermeras y a todo el personal del hospital que
también adoptaron a Lelyttis como suya y se desvelaban cada vez que la niña,
primero, y la muchacha, después, llegaba por algún motivo al centro
asistencial.
Hace tiempo que no la
veía, ya no volveré a verla, delgada, muy delgada, con su pelo enmarañado y
aquellos brazos que siempre intentaban levantarse, pero que el Síndrome de Guillain
Barre en su forma atípica (entiéndase un proceso viral que toma el sistema
periférico y menoscaba los músculos respiratorios) le provocó múltiples
complicaciones.
Lelyttis es un logro
incuestionable de la medicina cubana, vivió mucho más de lo que pronosticaron
especialistas y científicos, pero cerró los ojos sin alcanzar aquella cirugía y
la colocación de un marcapasos diafragmático que contribuirían a mejorar su
estado, porque esa tecnología de punta no estaba al alcance de nuestro país,
todos los componentes se generan en Estados Unidos.
Todavía estremecida
por la triste noticia, le debía estas líneas y volver a publicar la única foto
que conservo de ella, de aquel día, en la sala de cuidados intensivos del
hospital infantil, con apenas cuatro años de edad, cuando en señas y con un
susurro me invitó a jugar con sus muñecas. Así la guardaré para siempre.
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