viernes, 31 de marzo de 2017

Leyttis: El susurro


Aquel día en el hospital


 Hace poco más de un mes me encontré con su madre, siempre Leyttis Fiallo Alemán era motivo de la conversación. Me interesé por su estado de salud y según Niurys, era todo lo estable que podía estar con una traqueotomía permanente por más de 15 años…
 Hoy, esta tarde para ser más exacta, la noticia me estremeció y lloré por aquella muchachita que se despidió de este mundo, sin llegar más allá de unos cortos 19 años, inmensos deseos de vivir y una lucha constante contra su dolencia y los obstáculos impuestos por absurdas políticas.
  Leyttis ya no desandará más las empinadas calles de mi ciudad ultramarina, a donde vino a vivir después de ser la paciente más antigua de un servicio de cuidados intensivos en un hospital pediátrico. De su natal Güira de Macurijes,  casi al sur de Cuba, fue necesario ubicarla en una vivienda cerca de los servicios hospitalarios y cada noche, para dormir, hacerlo conectada a un ventilador mecánico.

 Niurys siempre agradeció a los médicos, enfermeras y a todo el personal del hospital que también adoptaron a Lelyttis como suya y se desvelaban cada vez que la niña, primero, y la muchacha, después, llegaba por algún motivo al centro asistencial.
 Hace tiempo que no la veía, ya no volveré a verla, delgada, muy delgada, con su pelo enmarañado y aquellos brazos que siempre intentaban levantarse, pero que el Síndrome de Guillain Barre en su forma atípica (entiéndase un proceso viral que toma el sistema periférico y menoscaba los músculos respiratorios) le provocó múltiples complicaciones.
  Lelyttis es un logro incuestionable de la medicina cubana, vivió mucho más de lo que pronosticaron especialistas y científicos, pero cerró los ojos sin alcanzar aquella cirugía y la colocación de un marcapasos diafragmático que contribuirían a mejorar su estado, porque esa tecnología de punta no estaba al alcance de nuestro país, todos los componentes se generan en Estados Unidos.
  Todavía estremecida por la triste noticia, le debía estas líneas y volver a publicar la única foto que conservo de ella, de aquel día, en la sala de cuidados intensivos del hospital infantil, con apenas cuatro años de edad, cuando en señas y con un susurro me invitó a jugar con sus muñecas. Así la guardaré para siempre.

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